viernes, 22 de junio de 2012


Cuando la fe en lo que no conoces te salva la vida.



Debido a una serie de problemas muy graves, caí en una profunda tristeza y desaliento, no dormía 24 horas al día y hacía varios días que no probaba comida alguna.  Cuando fui a hacerme ver con una psiquiatra, después de la típica recopilación de datos, la doctora me dijo: “señor usted tiene una fuerte depresión”,  le pregunté a la doctora ¿qué tan enfermo me encuentro? Y ella me respondió: “si la depresión se midiera de 1 a 10, usted tiene 15”.  Bueno era un hecho que estaba bastante grave.

Perdí mi trabajo, perdí mi familia, ¡perdí a mi hijo!, no le hallaba sentido a la vida, no tenía una esperanza para seguir viviendo, me tuvieron que internar mucho tiempo en el hospital, me hicieron la cura del sueño, me hicieron el electro shock, tomaba varias pastillas por la mañana, otro tanto al medio día y otras más por la noche.

Un día mientras estaba en el patio del hospital, se me acercó la asistenta social y me dijo: “señor, usted está internado hace varios meses y  no está aportando al seguro, va usted que tener que dejar el hospital”.  La situación se complicaba y yo tenía que abandonar mi tratamiento a la mitad.

La buena doctora lo único que podía hacer era darme pastillas para que continuara mi tratamiento en casa, tal es así, que cuando mi familia me recogió del hospital, salí con una tremenda bolsa de pastillas.

Gracias a Dios, estuve rodeado de buenos amigos, que al verme mal, en lugar de invitarme al abandono,  e intentar calmar mis penas con alcohol, drogas, sexo y rock and roll,  me invitaron al camino neo-catecumenal.

La primera vez que asistí a esta comunidad católica, fue en la Iglesia de los Capuchinos, en el auditorio, un hermano pelirojo y su esposa se pararon adelante y el varón comenzó a decir:
“hermanos, hace mucho tiempo mi vida era una desgracia, era adicto a los casinos, y cuando a fin de mes pagaban mi sueldo, me lo gastaba en las máquinas, al llegar a casa borracho mi esposa me reclamaba y encima yo le pegaba, hemos vivido así por varios años, hasta que  intentamos salvar nuestro matrimonio, y es así, que conocimos el camino neocatecumenal, y estamos aquí para dar fe de que sólo el Señor puede salvar tu vida”

Así como este testimonio, escuchamos algunos más, me quedé impresionado, llegué a casa y me dije a mi mismo: “Yo, quiero que el Señor me cure y me salve para después dar testimonio de mi experiencia, pero si sigo tomando las pastillas no voy a saber si el diasepán me salvó o fue el Señor”.

Así es que ese mismo instante tiré la bolsa de pastillas a la basura y pasé la peor semana de toda mi vida, convulsionando, sin comer nada, retorciéndome en la cama, con respiración agitada, taquicardias,…… bueno, después me enteré que podía haberme muerto, ya que la tremenda dosis de pastillas que tomaba, eran drogas que debía retirármelas progresivamente, y que yo corté en forma brusca.

Cuando finalizó esa semana, escuché, que tocaban la puerta, era un hermano del camino, que iba a preguntar por mí, me levanté, toda mi familia se quedó pasmada cuando me vieron fuera de la cama, los saludé, me fui con mi hermano a la comunidad, y aquí estamos, dando testimonio de que el Señor escucha y te sana hasta de las peores enfermedades, incluso sin conocerlo y sin estar en su camino.

Gracias Padre Amoroso y Santo.

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