miércoles, 25 de julio de 2012

Si tu no eres una prostituta, es por la gracia de Dios



Estábamos reunidos en una asamblea muy importante en la cual todos debíamos exponer sobre nuestras “PARÁLISIS”, es decir,  sobre todo lo que nos aleja de Dios  o no nos permite seguir su camino.  

Era el turno de una mujer que dijo:

“Mi parálisis es mi esposo, porque cada vez que recuerdo todo lo que me hizo, mi mente evoca esos malos momentos que hacen que me llene de odio y cólera, lo cual me aleja de Dios. Recuerdo por ejemplo, cuando me abandonó y me dejó  con nuestros hijos muy pequeños y se fue con otra mujer mucho más joven que yo, habían muchas veces que no teníamos que comer y él pasaba delante de nosotros con esa mujer, lleno de soberbia e indiferencia”.

El presbítero que dirigía la asamblea escuchó pacientemente y en silencio, todo lo que la mujer exponía entre lágrimas y rabia, pero cuando ella terminó de hablar, el padre le dijo:

Hermana ¿quién te crees tú para no perdonar a tu esposo?, ¿quién te crees tú para seguir juzgando a tu esposo?, si tú no eres una prostituta es por la gracia de Dios.

Esa noche comprendí: “Si en algún momento me toca vivir un episodio donde hay un protagonista bueno y un protagonista malo, y a mí me toca ser el bueno, en lugar de hacerme la víctima, juzgar y refregarle la injusticia a la otra persona, debo dar gracias a Dios, porque si Él hubiese querido, en esta historia me hacía hacer el papel de malo”.

Cuando nosotros nos portamos bien y no hacemos daño a nadie, creemos que somos los buenos, pero si todo esto no está respaldado por algo más fuerte y grande como el amor de Dios, es muy fácil fallar, porque terminamos siendo buenos con las personas que queremos y siendo malos con los desconocidos o los que nos hicieron algún daño, y la filosofía de Cristo es exactamente lo contrario.




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